Cambiemos las preguntas y pensemos el ¿Para qué? antes que el ¿Qué?. La colaboración no es algo nuevo pero sí estamos en el momento preciso para potenciar sus alcances.
Seguro que muchas veces oíste “Esto ya lo inventó tal… hace 20 años” en boca de detractores de películas, productos, teorías, servicios, etc. Si has visto Matrix por ejemplo, lamento decirte que hay cientos de posteos en Internet que aseguran que el film es un plagio de otros anteriores, entre ellos el film “Dark City”(1998), de Alex Proyas y el comic “Los Invisibles”, de Grant Morrison.
La historia la escriben los que ganan o mejor dicho, los que patentan primero el invento o lo hacen más popular. “La inmortalidad” quizás no sea por un hecho fortuito, sino que esa invención está ahí en el momento y en el lugar justos, y antes era temprano para elegir entre la pastilla azul y la roja.
Llevemoslo a fondo: Matrix es una copia del mito de la caverna de Platón. ¿Por qué no decirlo? Hay dos mundos, viven en las sombras, etc, etc. La pregunta es ¿tiene sentido el debate? Sí lo tiene. Y no precisamente por los 1777 millones de dólares que recaudó la película sino porque nos pone en el medio de un nuevo paradigma que reconoce que nada se pierde, que todo se transforma y que la genialidad de una creación es parte de una red de ideas, inventos, canciones y creaciones anteriores propias del funcionamiento social de las personas.
El qué, el quién, el cómo y el relegado para qué
La historia de la humanidad pone el eje en nombres: Hombres (por lo general :() que hicieron cosas, que escribieron cosas, que fundaron pueblos, ciudades, escuelas, etc. Nombres que fundaron nombres. Un legado. Una pequeña porción de inmortalidad en la bandera del tiempo, una estrella. Sin embargo, hay muchas estrellas y ninguna vale por sí misma si no fueran parte del cielo.
Lo cierto es que estamos en medio de un cambio de paradigma, en un momento de disputa entre modelos vigentes, modelos futuros y metodologías que dejan paso a nuevas. Personalmente, creo que esto no es algo fuera de lo habitual, es prácticamente natural (qué miedo usar esa palabra) que haya siempre disputas en la organización del trabajo.
Las preguntas “Para qué” abordamos un nuevo proyecto y “cómo” están desplazando al “qué” y al “quiénes” de su lugar de histórico protagonismo.
El para qué pone el foco en la necesidad del cliente/usuario/ciudadano y el cómo, en la renovada fuerza que toma la colaboración en los procesos de trabajo. ¿Qué es la colaboración? Lisa y llanamente es una forma de trabajo que involucra a dos o más personas en la consecución de un fin común. Podríamos adentrarnos en tipos y niveles de colaboración, aunque lo interesante es señalar que este nuevo paradigma es colectivo. Es decir, que basa su método en la fuerza de trabajo conjunto de un modo horizontal.
Esto es importante, porque estamos ante un método que demuestra que al dejar de lado lo individual, se puede co-crear mejores inventos, servicios, soluciones. Aunque para ello es necesario cumplir con dos condiciones que vuelven todo esto de la colaboración aún más interesante: compromiso y confianza. Compromiso porque al involucrar a más de un individuo en un proceso conjunto se necesita la voluntad -y la paciencia- para trabajar y avanzar en un proceso plural, y confianza porque el trabajo en equipo implica y potencia el talento de cada uno de los individuos parte.
Este método rompe la verticalidad de la colaboración (sí amigos, existió antes de Obama) a lo largo de la historia para reconocer el potencial de cooperar horizontalmente en el mismo tiempo y espacio (físico o virtual). A su vez, engrandece en clave social el trabajo en equipo, y potencia valores como la creatividad, la confianza, el compromiso y el respeto.
Entonces, estamos en una época en que podemos apostar a tener a Platón, a las Wachowski, a Grant Morrison, a Alex Proyas y por qué no a Jorge Drexler en una misma mesa y empezar a trabajar en una nueva idea.
Les propongo algo: la próxima vez que googleemos quién inventó x cosa, en lugar de buscar el nombre de una estatua o un desconocido, googleemos “¿para qué se inventó…?”. De este modo, empezaremos a entender qué podemos hacer hoy con ese invento y por qué no reunir a un equipo y empezar a deconstruirlo para intentar crear algo nuevo.